Nuria, jefa servicios generales DomusVi Fontibre
Días de emociones encontradas que se agolpan en mi cabeza en mi corazón, días de miedo, angustia, solidaridad, tristeza, empatía, alegrías, desconfianza, rabia, superación, entrega, vocación, trabajo, mucho trabajo, pero por ellos todo merece la pena.
Muchos momentos de tensión acumulada, de incertidumbre, de no saber si mañana tú puedes ser otra de los/as compañeros/as contagiados/as, miedo de poder contagiar a quien más quieres en este mundo, tu marido, tus hijos, porque el virus está viviendo contigo, en tu entrono de trabajo y aunque se toman todas las medidas recomendadas, siempre queda el temor…
Pero ante todo, en estos días mi cabeza y mi corazón están con ellos. Nuestros abuelos, aquellos que se han convertido en parte de nuestra familia desde que vinieron a vivir a nuestro centro, ellos que son las víctimas de una situación sin sentido, que nos miran con ojos de incomprensión, pero que a su vez te transmiten ¡tranquila todo va a salir bien!
Mi corazón se encoge cuando pienso en todos los que no vais a estar con nosotros cuando todo esto se acabe, vosotros que NO os habéis ido solos, porque trabajadoras con mucha vocación y con mucho corazón no os dejaron que estuvierais solos, fueron esa mano cariñosa que os dios el último adiós.
Yo sé que vosotros nombres anónimos, desde donde estéis, siempre vais a ser estrellas que brillarán un poquito por ellas, «por las chicas esas”, como muchos las solíais nombrar cariñosamente, ese personal anónimo y maravilloso que no os dejaron partir solas/os.
Ha pasado poco más de un mes desde que empezamos nuestro confinamiento en el centro y parece toda una eternidad, vivimos una situación de película de ciencia ficción, ni en mis peores sueños hubiese podido imaginar una situación igual.
Hace poco tiempo estábamos planificando las actividades del nuevo trimestre para nuestros residentes, hoy el centro está en silencio, triste, con carros de comida o de limpieza por los pasillos. Nos falta vuestra compañía, vuestras quejas, vuestras sonrisas y vuestros enfados ¡cómo los echo de menos!
Cuántas ganas tengo de que empecéis a quejaros de que la comida está fría o que otra vez pescado, o que me paréis por un pasillo para decirme, lo mal que trabajamos, que no nos enteramos, que no me han subido los calcetines o la camiseta que me gusta.
Cuánto os echamos de menos, a vosotros, que estáis ahí en vuestras habitaciones, pero que parece que no estáis. Nuestro trabajo no tiene sentido sin vosotros, nuestros abuelos adoptivos, los que formáis parte de esta gran familia que formamos todo el equipo de Fontibre.
Esta situación pasará, no muy pronto, pero pasará y cuando esto ocurra solo deseo que la vida me permita poder compartir con todos vosotros esos abrazos y besos que en este momento no os podemos brindar.
Y para los que ya no estéis en presencia física, seguro que vais a estar en nuestro recuerdo y en nuestros corazones y también os enviaremos ese fuerte abrazo y esos besos al cielo.