María, cuidadora Residencia La Nostra Casa – Vall de la Ballestera
LA LUZ PARECE DISTINTA
Incluso la luz parece distinta con el estado de alarma. Y el olor… como ese olor que precede a la tormenta. Había imaginado cientos de veces las carreteras vacías, las calles desiertas, esa sensación de fin del mundo, pero nunca que podría llegar a vivirla.
La humanidad se ha escondido. Queda la ciudad desierta para unos pocos valientes que salen cada día. Yo estoy entre ellos, aunque no me considero valiente. Es una percepción de ser pequeña y grande a la vez.
La abrumadora soledad y el silencio te persiguen hasta llegar a la puerta del trabajo. Desde fuera, la residencia es un espejismo de normalidad, una burbuja, oyes hablar, escuchas risas, la vida sigue bullendo y aparentemente todo sigue igual.
Sí, el trabajo continúa, por suerte y pese al temor. Pero una vez que traspasas la puerta todo cambia. El aire huele a miedo, en los ojos se atisba la ansiedad, nos movemos de forma diferente. Intentamos que no se perciba. Pero los ojos no mienten y ahora más que nunca son el espejo del alma, nuestras miradas son lo único que podemos ofrecer de nuestro rostro, cubierto con la mascarilla. Leer en ellos, eso se aprende, algo que quizás habíamos olvidado.
Y comienza una extraña jornada, extraña porque no hay nada más difícil que guardar las distancias cuando tienes que cuidar, limpiar, alimentar… Cuando has abrazado y besado y de pronto no puedes, no puedes consolar a quien no entiende que no lo hagas y percibes su incomprensión.
Y les explicas, no importa las veces, deseas que lo comprendan, y lo hacen, entienden lo que sucede, a su manera, pero lo hacen y es sorprendente y emocionante, los chicos se crecen ante la incertidumbre, se hacen grandes, nos han dado una lección de serenidad y aunque parezca extraño de control.
Nos han enseñado la importancia de las sonrisas, de las pequeñas cosas, de lo que vale una caricia, un aplauso, una conversación, escuchar, eso que siempre se olvida. Y el trabajo cobra un sentido diferente. La consciencia y la conciencia de lo que uno hace está siempre presente en este sector.
Este trabajo conlleva eso, no es un trabajo sencillo, aunque pueda parecerlo, así que saber el porqué y el para qué de nuestros actos es importante porque te coloca en el lugar exacto en el que quieres estar.
Pero ese sentido diferente, el de estos días extraños, es el que nos cambia la mirada. Vemos a nuestros chicos desde otra perspectiva. A veces, es la forma de mirar lo que cambia el significado de lo que somos, pero sobre todo de lo que hacemos.
Brota el sentimiento de protección que teníamos adormecido entre las prisas del día a día. Proteger a los chicos se convierte en el objetivo, que no salgan, que no vean a nadie, protegerlos de la gente, de sus propias familias, pero sobre todo y lo más aterrador, de nosotros, de quien tiene que cuidarlos.
Te conviertes en su única salvación y a la vez en el peligro. Por eso sabemos que protegiéndonos les protegemos. Y sentirnos necesarios nos ha hecho enfrentarnos al miedo.
La necesidad une, sin nosotros no se levantarían cada mañana, es un vínculo, percibirlo y sentirlo es algo fantástico, conmovedor, algo bueno de los malos tiempos.
Puede que la vida no sea más que un instante, pero ese instante ha de tener sentido.
María Codoñer
La Nostra Casa- Vall de la Ballestera. Centro de Atención a Personas con Discapacidad