Laura, recepcionista DomusVi Pereiro
Cuando me preguntan en que trabajo no puedo responder más orgullosa: En un centro de mayores.
Esos mayores que cuidamos con todo el amor y el cariño del mundo. Esos mayores que ya son parte de nuestra familia, los cuales cuando no están bien nos vamos tristes para casa y esos mismos que nos alegran mucho el día.
Nunca pensé que pudiera ser tan gratificante para mí poder disfrutar con ellos como lo hacemos, cada día tienen algo nuevo que contarnos y con tan solo un gesto, una mirada o una caricia te agrandan el alma.
En estos momentos siento mucho miedo por la situación que nos ha tocado vivir, pero no por mí, si no por ellos y por todos aquellos que se encuentran en una situación de riesgo.
Tengo miedo por mi madre a la cual, como muchos de nosotros, llevo tiempo sin abrazar, sin tocar, sin besar (y la falta que me hace porque ese abrazo es el que hace que salga el sol en medio de la tormenta, es el único que sabe curar las heridas).
A pesar de todo ese miedo, me siento orgullosa de estar aquí. Porque aunque parezca extraño es aquí donde quiero estar. Me siento muy pero muy orgullosa de formar parte de esta otra familia.
A todos y cada uno de los que me acompañáis cada día:
Ana, Mili y Emi: por tener el centro impecable y poner a línea a ese bichito.
David: por todas las averías y problemas que nos solventas, aunque te vayas muy tarde para casa.
Elena: por esa sonrisa en cuanto entro por la puerta, por curar y cuidar tan bien a “nuestros” abuelos.
Lucía: por todas esas tardes de risas y pinturas y ese Bingo que tanto les gusta.
Mónica, Mila, Eli, Charo, Oscar, Jacobo, Rosa, Caro, Bego, Ana C., Antony, Tere, Fina, Lorena, Jeni, Dosi y Emmita: por hacer un gran trabajo. Además de ser grandes profesionales sois mejores personas. Y desde luego no se puede poner en duda que os dejáis la piel y el alma con todos y cada uno de ”nuestros” abuelos.
Lola y Dori: por lo rica que está la comida y el cariño con el que la hacéis.
Rebe: por esas horas de gimnasia en los pasillos con el “serrucho” de fondo, por tener siempre una palabra amable.
Rebe: por compartir conmigo ese teléfono que no deja de sonar, por las notas en nuestra libreta, por esa sonrisa siempre.
Pablo: por ser un enorme profesional y siempre tratar de arreglar nuestros problemas y los de “nuestros” abuelos.
Rober: por ponerte el mundo por montera y quitarle siempre hierro a los asuntos.
Laura: por buscar siempre el lado positivo a los problemas, por llevarte a casa los problemas de todos (sin duda tenemos a la mejor).
A todas las familias: por vuestras palabras de ánimo, no sabéis la falta que nos hace, por entender que somos lo que en este momento os une a vuestro familiar y siempre ser tan amables con nosotros.
A los que ante la llamada de auxilio, os ha faltado tiempo para hacernos pantallas, mascarillas o cualquier cosa que necesitábamos.
A mi hijo: por entender a pesar de su corta edad, que no puede besar a mamá como lo hacía antes, que tiene que estar en casa hasta que podamos salir.
Por todo esto, tan sólo puedo decir GRACIAS. GRACIAS DE CORAZÓN