La autocompasión se basa en el trato a uno mismo con amabilidad, reconociendo lo que tienes en común con otros seres humanos y siendo consciente de los propios déficits o aspectos negativos. Es decir, una persona autocompasiva procura buscar su felicidad y su bienestar, aceptando plenamente sus limitaciones.
Practicar la autocompasión implica ser comprensivo con aspectos de mi forma de ser que no me gustan, no juzgar de forma negativa las decisiones que tomo, reconocer que todos tenemos fallos, no aislarnos cuando detectamos que algo no funciona del todo bien, focalizarnos en el momento presente y no obsesionarnos en los aspectos negativos.
Ser autocompasivo evita las auto-exigencias exacerbadas y la culpa ante decisiones que tomamos casi de forma obligada y que a menudo nos sobrepasan.
Una de estas decisiones puede ser la de ingresar a un familiar en un centro de la tercera edad. Sin duda, no es una decisión fácil ni agradable para muchas personas.
Y durante el trascurso de tiempo entre el momento en el que se toma la decisión de acudir a una residencia para informarse de las condiciones, hasta el proceso final de adaptación tanto del residente como del familiar, aparecen sentimientos y emociones positivas y negativas, siendo estas últimas las que más condicionan la experiencia.
Uno de los sentimientos que más se observa durante este largo camino es la culpa, asociada a la responsabilidad cultural de cuidado generacional que se ha instaurado durante mucho tiempo, en la cual los padres cuidan de los abuelos, y se espera que sean los hijos son los que cuiden de los padres, o quizá por el chantaje emocional del residente, el sentimiento de abandono o simplemente por la visión negativa y ya casi obsoleta asociada a las residencias.
Y cuando aparece este sentimiento tan autodestructivo, podemos o dejar que nos invada o practicar la autocompasión.
La autocompasión se relaciona con tres aspectos fundamentales: la auto-amabilidad, el sentido de pertenencia y la atención plena en el momento presente.
La auto-amabilidad consiste en no juzgarse o criticarse con dureza por una decisión que se ha tomado en base a unas experiencias y situación únicas e intransferibles, en las que aunque nos hubiera gustado haberlo hecho de otra forma no hemos podido.
El sentido de pertenencia reconoce que la imperfección es algo típico de la experiencia humana y todos podemos tener fallos, por lo que no tenemos que sentirnos mal por ello. Todos cometemos errores y nos sentimos incapaces alguna vez.
Y por último, la atención plena implica vivir en el momento presente sin dejarse llevar por la tendencia a sobre identificarse con las propias emociones.
Cuando la culpa se convierte en un sentimiento desadaptativo y en una carga insoportable, libérate de ella siendo autocomprensivo contigo mismo y con las experiencias que te ha tocado vivir.
Y ya que el centro cuenta con un amplia variedad de profesionales que te pueden ayudar en este proceso cuenta con ellos y seguro que este camino se hace mucho más agradable y se convertirá en un aprendizaje positivo para ti.